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domingo, 19 de mayo de 2013

La complicidad con los nazis no se premia

Llanos de Luna, entrega un diploma de reconocimiento a la Hermandad Nacional de Combatientes de la División Azul.

Público - 19/05/2013 - Marià de Delàs Periodista
El titular de Interior, Jorge Fernández Díaz, quizás responda en el Congreso a quienes piden explicaciones por la participación de la delegada del gobierno en Catalunya, María de los Llanos de Luna, en la entrega de un diploma de reconocimiento a la Hermandad Nacional de Combatientes de la División Azul. El ministro, por el momento, ignora a quienes denunciaron que la delegada atentó de esta manera contra la dignidad de las víctimas de la barbarie nazi y que por ello debe ser destituida. Fuentes del Gobierno han equiparado esta asociación, subvencionada con algún dinero público, con cualquier otra legalmente registrada, como la de Aviadores de la República, y recuerdan que no es la primera vez que, durante los últimos años, un veterano de la División Azul participa en un acto oficial. 

No es la primera vez que un veterano de la División Azul participa en un acto oficial
No parece pues que el ejecutivo esté dispuesto a enmendar la conducta de su delegada. Por eso conviene recordar que la colaboración de tropas españolas con el ejército alemán durante la segunda Guerra Mundial no fue un gesto más de complicidad criminal de la dictadura franquista con el régimen de Adolf Hitler. Fue mucho más que una operación bélica de agradecimiento, en la que se invitó a participar como voluntarios a jóvenes fascistas románticos y aventureros, deslumbrados por el poderío de los nazis. Con demasiada frecuencia se ha silenciado la verdadera naturaleza de aquella movilización militar y, sobre todo, el contexto en el que se produjo.

La División Azul se organizó en 1941, bajo el mando del general Agustín Muñoz Grandes, y quedó integrada como división 250 del ejército alemán. Fue trasladada a la Unión Soviética y allí colaboró en el cerco de Leningrado, en el que murieron de hambre y de frío más de un millón de civiles rusos. Fue cómplice de algunos de los episodios más sangrientos, inhumanos y vergonzosos de la historia contemporánea.

En ese frente combatieron durante dos años más de 47.000 soldados españoles, en condiciones durísimas. Más de 4.000 perdieron la vida. 

A menudo, sin embargo, se relegan al olvido a los millones de rusos asesinados por las tropas alemanas durante esa invasión, a pesar de tratarse de hechos bien documentados, ocurridos entre 1941 y 1942. Cometieron un auténtico genocidio con masas de ciudadanos soviéticos capturados, a los que llamaron prisioneros de guerra, antes y después de ser trasladados a campos de concentración y exterminio. Los nazis, en las zonas ocupadas, designaban con el nombre de prisioneros de guerra a cualquier hombre de entre 15 y 65 años.

En su libro Los verdugos voluntarios de Hitler, Daniel Jonah Goldhagen, da una cifra de 2'8 millones de prisioneros muertos, principalmente por inanición, pero también en ejecuciones sumarias, en menos de ocho meses.

Las descripciones sobre las matanzas cometidas durante la operación Bararossa son aterradoras
Las descripciones sobre las monstruosas matanzas cometidas durante la operación Barbarossa (nombre con el que los nazis designaron la invasión de la URSS) son aterradoras. Una orden jurídica con el mismo nombre eximía de responsabilidad en cualquier juicio por los delitos cometidos por soldados alemanes en ese frente. Masas de población civil y militar capturadas por la Wehrmacht fueron víctimas de ejecuciones masivas y deportaciones. Millones de personas cercadas en áreas enormes, durmiendo al raso durante semanas en condiciones extremas y sin comida. Las epidemias diezmaban los campos. Muchos prisioneros fueron obligados a caminar cientos de kilómetros hasta otros lugares de cautiverio. Los que no resistían la marcha y no podían permanecer en pie eran ejecutados.

El propio Hermann Goering se permitió bromear, en conversación con un diplomático, sobre las consecuencias brutales del hambre en esas situaciones límite: "En los campos de los prisioneros de guerra soviéticos, después de haberse comido todo lo posible, incluyendo las suelas de las botas, ellos han empezado a comerse los unos a los otros, y lo que es aun más serio, se han comido también a un guardia alemán". 

No faltan historiadores que eximen de responsabilidad a las tropas españolas en esa operación genocida contra la población rusa. Intentan situarse en la equidistancia y recurren al testimonio de quienes recuerdan las tremendas penalidades de quienes combatieron en la División Azul y las "gestas heroicas" en su "lucha contra el comunismo". También a quienes citan con orgullo la alusión de Hitler al valor de los soldados españoles.

La División Azul, inspirada por falangistas y reclutada básicamente entre los vencedores de la guerra civil española, también integró en sus filas a gentes que buscaban sencillamente medios de subsistencia para sus familias, tan difíciles de obtener en plena postguerra, o personas que deseaban hacerse perdonar su permanencia en el bando de la legalidad republicana.

Nada de eso puede hacer olvidar que, con mayor o menor conciencia, esas tropas colaboraron en una operación infame, una empresa criminal, al servicio de una causa terrorífica e inhumana, encuadradas en un ejército genocida.

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