Llanos de Luna, entrega un diploma de reconocimiento a la Hermandad Nacional de Combatientes de la División Azul.
Público - 19/05/2013 - Marià de Delàs Periodista
El titular de Interior, Jorge Fernández Díaz,
quizás responda en el Congreso a quienes piden explicaciones por la
participación de la delegada del gobierno en Catalunya, María de los Llanos de Luna, en la entrega de un diploma de reconocimiento a la Hermandad Nacional de Combatientes de la División Azul.
El ministro, por el momento, ignora a quienes denunciaron que la
delegada atentó de esta manera contra la dignidad de las víctimas de la
barbarie nazi y que por ello debe ser destituida. Fuentes del Gobierno
han equiparado esta asociación, subvencionada con algún dinero público,
con cualquier otra legalmente registrada, como la de Aviadores de la
República, y recuerdan que no es la primera vez que, durante los últimos
años, un veterano de la División Azul participa en un acto oficial.
No es la primera vez que un veterano de la División Azul participa en un acto oficial
No
parece pues que el ejecutivo esté dispuesto a enmendar la conducta de
su delegada. Por eso conviene recordar que la colaboración de tropas
españolas con el ejército alemán durante la segunda Guerra Mundial no
fue un gesto más de complicidad criminal de la dictadura franquista con
el régimen de Adolf Hitler. Fue mucho más que una operación bélica de
agradecimiento, en la que se invitó a participar como voluntarios a
jóvenes fascistas románticos y aventureros, deslumbrados por el poderío
de los nazis. Con demasiada frecuencia se ha silenciado la verdadera
naturaleza de aquella movilización militar y, sobre todo, el contexto en
el que se produjo.
La División Azul se organizó en 1941, bajo el mando del general Agustín Muñoz Grandes,
y quedó integrada como división 250 del ejército alemán. Fue trasladada
a la Unión Soviética y allí colaboró en el cerco de Leningrado, en el
que murieron de hambre y de frío más de un millón de civiles rusos. Fue
cómplice de algunos de los episodios más sangrientos, inhumanos y
vergonzosos de la historia contemporánea.
En ese frente
combatieron durante dos años más de 47.000 soldados españoles, en
condiciones durísimas. Más de 4.000 perdieron la vida.
A
menudo, sin embargo, se relegan al olvido a los millones de rusos
asesinados por las tropas alemanas durante esa invasión, a pesar de
tratarse de hechos bien documentados, ocurridos entre 1941 y 1942.
Cometieron un auténtico genocidio con masas de ciudadanos soviéticos
capturados, a los que llamaron prisioneros de guerra, antes y después de
ser trasladados a campos de concentración y exterminio. Los nazis, en
las zonas ocupadas, designaban con el nombre de prisioneros de guerra a
cualquier hombre de entre 15 y 65 años.
En su libro Los verdugos voluntarios de Hitler,
Daniel Jonah Goldhagen, da una cifra de 2'8 millones de prisioneros
muertos, principalmente por inanición, pero también en ejecuciones
sumarias, en menos de ocho meses.
Las descripciones sobre las matanzas cometidas durante la operación Bararossa son aterradoras
Las
descripciones sobre las monstruosas matanzas cometidas durante la
operación Barbarossa (nombre con el que los nazis designaron la invasión
de la URSS) son aterradoras. Una orden jurídica con el mismo nombre
eximía de responsabilidad en cualquier juicio por los delitos cometidos
por soldados alemanes en ese frente. Masas de población civil y militar
capturadas por la Wehrmacht fueron víctimas de ejecuciones masivas y
deportaciones. Millones de personas cercadas en áreas enormes, durmiendo
al raso durante semanas en condiciones extremas y sin comida. Las
epidemias diezmaban los campos. Muchos prisioneros fueron obligados a
caminar cientos de kilómetros hasta otros lugares de cautiverio. Los que
no resistían la marcha y no podían permanecer en pie eran ejecutados.
El
propio Hermann Goering se permitió bromear, en conversación con un
diplomático, sobre las consecuencias brutales del hambre en esas
situaciones límite: "En los campos de los prisioneros de guerra
soviéticos, después de haberse comido todo lo posible, incluyendo las
suelas de las botas, ellos han empezado a comerse los unos a los otros, y
lo que es aun más serio, se han comido también a un guardia alemán".
No
faltan historiadores que eximen de responsabilidad a las tropas
españolas en esa operación genocida contra la población rusa. Intentan
situarse en la equidistancia y recurren al testimonio de quienes
recuerdan las tremendas penalidades de quienes combatieron en la
División Azul y las "gestas heroicas" en su "lucha contra el comunismo".
También a quienes citan con orgullo la alusión de Hitler al valor de
los soldados españoles.
La División Azul, inspirada por
falangistas y reclutada básicamente entre los vencedores de la guerra
civil española, también integró en sus filas a gentes que buscaban
sencillamente medios de subsistencia para sus familias, tan difíciles de
obtener en plena postguerra, o personas que deseaban hacerse perdonar
su permanencia en el bando de la legalidad republicana.
Nada de eso puede hacer olvidar que, con mayor o menor conciencia, esas tropas colaboraron en una operación infame, una empresa criminal, al servicio de una causa terrorífica e inhumana, encuadradas en un ejército genocida.
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