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jueves, 24 de septiembre de 2015

Se cumplen 78 años de la partida del Musel de los "niños de la guerra" a la Unión Soviética


La Región Internacional - Almudena Iglesias 23/09/2015
Este 23 de septiembre se marca en rojo en el calendario eterno de los "niños de la guerra" que partieron del Musel  en 1937. Año tras año, la Asociación Lázaro Cárdenas rinde homenaje a aquellas criaturas víctimas de la barbarie,  y a quienes la vida y la solidaridad del pueblo ruso les brindó una segunda oportunidad.

Nuevamente en la playa del Arbeyal junto a la estatua de Vicente Moreira, el próximo sábado a las doce del mediodía, se recordará a aquellos niños, de los cuales muchos no volvieron, algunos como Araceli Ruiz, presidenta de la Asociación Asturiana de Niños de la Guerra ha podido superar los noventa años con la memoria intacta y el recuerdo nítido  de aquellos terribles momentos. Hace algunos días en una entrevista publicada en el diario Público revivía su partida: “Mi padre quedó en la cárcel. Mi madre, madre de seis hijas, se moría de pena cuando las bombas comenzaron a caer sobre Gijón. Ella quería darnos una vida mejor y, cuando se enteró de que la URSS iba a acoger a 3.000 niños españoles, no lo dudó y nos apuntó”. 

“Te puedes imaginar lo que era aquello", cuenta Araceli: "Todos los niños llorando. La mayoría eran hijos de mineros. Y así estuvimos varios días esperando porque el Cervera, el crucero de Franco anclado frente al puerto, amenazaba con hundirnos”.

Tras diez días hacinados en la bodega de un carguero de carbón, y dos escalas en Francia y el Reino Unido, Araceli, sus hermanas y los más de mil niños asturianos, llegaron a Leningrado. Así lo cuenta Araceli en la entrevista de Público: “Aquí éramos hijos bastardos de republicanos. Allá, San Petersburgo se volcó en recibirnos con pancartas que decían ‘bienvenidos los hijos del heroico pueblo español”. 

Araceli no ahorra detalles para describir como fue su vida en la Unión Soviética: “En Leningrado había nueve casas para niños. Yo dormía en la número 4. Todo estaba limpísimo. Comíamos a su debido tiempo. Estudiábamos con maestros españoles y un poco de ruso. Fíjate lo que hizo la Unión Soviética que, como nos faltaban manuales de estudio, mandó que tradujeran libros para nosotros. 

Esta es sólo parte de la historia de Araceli, de la historia común de los 1.100 niños asturianos de los que apenas viven 30 , de los "niños de la guerra" que tal día como hoy de 1937 en medio de la oscuridad de la noche, el llanto y el desgarro de sus familias partieron rumbo a una vida que a su pesar sin duda fue mejor.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Araceli Ruíz: “Yo también fui una refugiada”

“Se me ha quedado grabada en la cabeza la imagen ese niño al que las olas llevaron a una playa. Porque los niños nunca han empezado una guerra y son los que más la sufren. Lo que pasa… no lo entiendo. Me rompe el corazón”. Porque la historia de Araceli Ruíz Toribios (Palencia, 1924) pudo ser una historia como la de Aylan. Salvo que ella sólo encontró una valla en su huida de la guerra y el terror: el buque fascista que, en 1937, a cañazos, trató de evitar que 1.100 niños zarparan rumbo a la URSS.

“Cada vez que lo recuerdo me entran escalofríos”, se estremece Araceli cuando se dispone a compartir un relato que tiene cincelado en la mente: “No se me va; ha sido una vida a veces tan difícil”. Es casi el guión de una película que arranca y finaliza en Gijón, pero que transita entre la Unión Soviética de la II Guerra Mundial y la Cuba de la Revolución o la crisis de los misiles.

 “Mi padre quedó en la cárcel. Mi madre, madre de seis hijas, se moría de pena cuando las bombas comenzaron a caer sobre Gijón. Ella quería darnos una vida mejor y, cuando se enteró de que la URSS iba a acoger a 3.000 niños españoles, no lo dudó y nos apuntó”. La primera escena de la película de Araceli es una nave cercana al puerto de El Musel donde las diputaciones de León y Asturias refugiaron a centenares de niños a la espera de que su barco pudiera partir. Entre esos críos: Águeda, Conchita, Araceli y Angelines, cuatro de las seis hermanas Ruíz. “Te puedes imaginar lo que era aquello; todos los niños llorando. La mayoría eran hijos de mineros. Y así estuvimos varios días esperando porque el Cervera, el crucero de Franco anclado frente al puerto, amenazaba con hundirnos”.

Con las luces apagadas, a las 11 de la noche del 23 de septiembre del 37, hacinada en la bodega de un carguero de carbón, partió Araceli en una travesía de diez días, con escalas en Francia y el Reino Unido, y destino feliz en Leningrado. Se sonríe Araceli cuando invoca el recibimiento: “Aquí éramos hijos bastardos de republicanos. Allá, San Petersburgo se volcó en recibirnos con pancartas que decían ‘bienvenidos los hijos del heroico pueblo español”.

“Igualito que ahora en Hungría o Macedonia” ironiza cuando recuerda el cariño, la amabilidad y las condiciones con las que fueron acogidos los 3.000 españolitos que iban a pasar unos meses a la Unión Soviética y se quedaron, como en el caso de Araceli, más de 40 años.

“En Leningrado había nueve casas para niños. Yo dormía en la número 4. Todo estaba limpísimo. Comíamos a su debido tiempo. Estudiábamos con maestros españoles y un poco de ruso. Fíjate lo que hizo la Unión Soviética que, como nos faltaban manuales de estudio, mandó que tradujeran libros para nosotros. Igualito que ahora”, repite.

Otra huida del fascismo
Entre la escuela, juegos de trineos, visitas al teatro y muchas lágrimas contagiosas de morriña, discurrieron infancia y adolescencia de la palentina, interrumpidas de nuevo por otra guerra: “¡Parecía que los conflictos nos persiguieran y el que se avecinaba era mucho peor!”, exclama.

La invasión de la Unión Soviética por parte de la Alemania nazi en 1941 supuso un nuevo adiós y otro largo éxodo para Araceli. “Yo quería seguir estudiando y me llevaron a Odesa donde me separaron de mis hermanas. Pero el mismo día que empezó la II Guerra Mundial en la URSS, Odesa fue bombardeada y nos volvieron a evacuar”.

Navegó por los mares Negro y Caspio, atravesó el desierto de Asia Central hasta Samarcanda, casi en la frontera con Afganistán. La niña tuvo que aprender otro idioma, el uzbeko. Pasó hambre. Trabajó duro en los campos de algodón y como mano de obra bélica. “A los niños de la guerra nos metieron en una fábrica de construcción de aviones. Con 17 años me dedicaba a soldar los esqueletos hasta que una compañera se quemó y nos pusieron de torneras”.

Cuatro años de penurias que finalizaron cuando, el 9 de mayo de 1945 –no olvida una fecha- las autoridades decidieron volver a reunir a los españoles evacuados. Araceli se reencontró con sus hermanas en Moscú; retomó los estudios que la convirtieron en ingeniero economista de ferrocarril y en funcionaria del Ministerio de Finanzas ruso. Y en Moscú se enamoró.

“Yo me quería casar con un español, fuera feo o guapo, porque yo aún tenía la idea de regresar a España y pensaba ‘si me caso con un ruso, me quedó aquí’. Al final me casé con el hijo de un minero de Sama de Langreo: Laureano Fernández, que además era muy guapo”, se ríe.

Revolucionaria española en Cuba
Y debería decirse aquí que la pareja comió perdices en la capital de la URSS, pero el nomadismo persiguió a Araceli hasta su jubilación. Con el estallido de la revolución cubana y el desembarco del ejército ruso en la isla, la Unión Soviética necesitaba de traductores. Y allá fue la familia Fernández; a la localidad cubana de Pinar del Rio donde Araceli se encargó de traducir las comunicaciones de los tanquistas.

Araceli, traductora en Cuba, entre dos técnicos cubano y ruso
Araceli, traductora en Cuba, entre dos técnicos cubano y ruso

“Cuando en el 62 estalló la crisis de los misiles, conocí al Che. El Comandante había bajado de la sierra. Era un hombre fuera de serie: inteligente, humano, caritativo… ¡Y además era guapísimo!” Cuenta Araceli que cuando se encontraron, Ernesto Che Guevara se interesó por la historia de los Niños de la Guerra. “Me preguntó por mis padres. Yo le conté que llevaba casi treinta años sin verlos, que no sabía nada de ellos. Y él me contestó: ‘Pero si Cuba no ha roto relaciones con España’. Al cabo de una semana mis padres estaban en La Habana”.

Araceli estaba embarazada de su segundo hijo cuando volvió a ver a sus padres en el aeropuerto José Martí. “Mi padre tenía 76 años, mi madre 71. Y yo al verlos bajar por la escalerilla del avión, sólo lloraba. Había pasado tanto tiempo”. Con ellos estuvo cuatro meses y otros cuatro años en La Habana. Después regresó a la capital rusa donde se colocó en Radio Moscú, hasta su jubilación.

“Mi marido yo volvimos en el 69 a España, de vacaciones. Pero la policía franquista no nos dejaba en paz. Nos interrogaban sobre nuestro pasado en Rusia y en Cuba. Así que hicimos cruz y ralla y decidimos que hasta que no muriese Franco no volveríamos a España”. Con la mala suerte de que el marido de Araceli falleció sólo dos meses antes de que lo hiciese el dictador. No pudo ver Laureano su deseo cumplido. Y la palentina regresó sola a su Gijón de adopción.

Hoy es toda una institución en Asturias: presidenta de la Asociación Niños de la Guerra. De los 1.100 que aquel 23 de septiembre de 1937 partieron de Gijón, hoy apenas quedan treinta. Pero en unos días volverán a reunirse en el monumento que se levantó cerca de El Musel desde el que zarpó aquel buque carguero rumbo a Leningrado. “Porque como dijo Julio Cesar –exclama Araceli- la unión hace la fuerza. Y tenemos que estar unidos, también en la solidaridad con quienes hoy necesitan a un país de emigrantes y exiliados como lo fui yo”.

Relator de la ONU: Gran parte de las evidencias de la masacre de Odesa fueron destruidas



RT 18/9/15
La ONU reconoce que gran parte de las evidencias de la masacre en Odesa, ocurrida el año pasado, fueron destruidas, según confirmó el relator especial sobre ejecuciones extrajudiciales de ese organismo, Christof Heyns. El analista internacional José Antonio Egido opina que la actitud que muestra Kiev respecto a la investigación de la masacre respondería a su interés de encubrir a los responsables.

Moscú llama la atención sobre la glorificación del nazismo en Letonia


El Comunista.net 19/9/15
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia ha vuelto a llamar la atención internacional sobre los casos de glorificación del nazismo en Letonia, reporta sputnik.

“Llamamos a la comunidad internacional a prestar atención al ensalzamiento del nazismo en Letonia”, declaró este sábado Konstantín Dolgov, comisionado de la Cancillería rusa para Derechos Humanos.
 
Dolgov se refirió a la inauguración en Letonia de un monumento a los ‘hermanos del bosque’ – nacionalistas letones– que actuaron en las décadas de los cuarenta y cincuenta y que en su mayoría eran antiguos miembros de la legión Waffen SS.

Los ‘hermanos del bosque’ son responsables de la muerte de entre 1.500 y 3.000 personas, incluidos civiles, recordó Dolgov.

Según se informó con anterioridad, la ceremonia de inauguración del monumento tuvo lugar el 11 de septiembre en la ciudad letona de Ile y reunió a unas 300 personas, incluidos altos cargos militares.

La presidenta del Seim (Parlamento) de Letonia, Inara Murniece, envió un saludo a los reunidos.

Según indicó Dolgov, las autoridades letonas no cesan en sus intentos por revisar los resultados de la II Guerra Mundial y las resoluciones del Tribunal Militar Internacional de Núremberg.
“Este hecho contrasta con los compromisos asumidos por Riga para hacer frente a las tendencias neonazis y xenófobas”, resumió el comisionado de la Cancillería rusa para Derechos Humanos.

Ramón Mercader, el hombre del piolet. Biografía del asesino de Trotsky


Ramón Mercader, el hombre del piolet. Biografía del asesino de Trotsky. Eduard Puigventós López. Prólogo de Josep Maria Solé i Sabaté

 Una biografía apasionante que se lee como una historia de espionaje y seducción, identidades falsas, complots, atentados frustrados, idealismo y traición. La vida del asesino catalán más relevante de la historia embarcará al lector en un viaje fascinante por Francia, la Unión Soviética, México y Cuba, con la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría como telón de fondo, en la sanguinaria persecución de Lev Davidovich, Trotsky, hasta el crimen final, piolet en mano.

Rica en documentación, minuciosa, erudita y con sorprendentes fotografías inéditas, la ambiciosa investigación de Eduard Puigventós López, Ramón Mercader, el hombre del piolet, es una disquisición entre la heroicidad y la cobardía de un personaje de mil caras y a la vez el retrato cautivador de una época de grandes convulsiones políticas y enfrentamientos militares, en los que estaba en juego no solo la hegemonía mundial, sino también la idea misma del mundo.

«Nos centraremos en el asesino y analizaremos su personalidad y los hechos que le condujeron a ser quien fue: una persona fiel a una idea, que se inmoló creyendo que así contribuiría al surgimiento de un nuevo mundo. Intentaremos reconstruir su vida anterior al atentado para comprender el porqué del mismo; la vida posterior, para analizar las consecuencias y el claro componente ideológico que mantuvo hasta sus últimos días.»

EDUARD PUIGVENTÓS LÓPEZ
(Rubí, 1984). Doctor en Historia Contemporánea y máster en Historia Comparada por la UAB. Ha colaborado en el proyecto El coste humano de la Guerra Civil en Catalunya del Centro de Historia Contemporánea de Cataluña y en varias iniciatives de carácter histórico para el Ayuntamiento de Rubí. Ha publicado cinco libros: Els catalans a les guerres del món y Tornarem a vèncer, con Ara Llibres; Complot contra Companys, con la Sociedad Catalana de Estudios Históricos, filial del IEC; L’època contemporània. Del segle XIX al XX, vol. 5 de la Història de Catalunya il·lustrada per Pilarín Bayés; y La festa dels Xatos, con el Ayuntamiento de Rubí.

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