César Vallejo |
César Vallejo y Miguel Hernández estuvieron en la URSS al principio y
finales de los años 30, y fueron capaces de contemplar los avances
sociales y culturales de aquel país incipiente. De aquellas vivencias
salieron importantes crónicas de viajes y poemas. Vallejo sería testigo
presencial del experimento revolucionario. En sus notas al pie del
Kremlin afirmaría: “Mi reportaje concierne más a la manera de vivir del
proletariado en Rusia, que el desenvolvimiento técnico de la economía
soviética”. El poeta español Miguel Hernández, viajó en 1937, en plena
guerra civil española en una delegación oficial. Era el V Festival de
Teatro Soviético. Su visión optimista del país, movido por sus grandes
ideales, marcarían,
a partir de aquel período, su obra poética.
“La razón revolucionaria se halla en Rusia en todas partes”.
Cuaderno en mano y como observador incansable de aquel lugar lejano, César
Vallejo entrevistó en sus diferentes viajes a la URSS a ciudadanos de todos los
orígenes y clases sociales del país.
Desde artistas a intelectuales, soldados, miembros del
Partido Comunista, obreros, campesinos y hasta críticos del sistema.
Fue a partir de 1928, desde su Perú natal, cuando el
escritor latinoamericano se interesó por aquel país lleno de intrigas y
esperanzas. Afectado por una grave enfermedad se traslada a restablecerse
durante ese verano a Francia gracias a una colecta organizada por el secretario
de la Legación del Perú.
En aquellas largas semanas, estudió con detenimiento el
fenómeno social del marxismo Y tras recibir el dinero de la Legación para
volver a su país, decidió cambiar la elección. Con ese mismo importe viajó a la
Unión Soviética.
Desde sus crónicas habla de la exaltación obrera. Y pregunta
a los trabajadores de las fábricas por el aparato social: “¿Hay mucha
vigilancia policial?”. Los obreros contestaban: “No es la policía de lo que hay
que cuidarse, sino del pueblo mismo”.
Sus escritos mostraban la realidad que la Europa Occidental
se negaba a reconocer. El control del sistema soviético sobre la población era
una presión constante.
Todas sus experiencias quedarían reflejadas en un primer
libro que tituló Reflexiones al Pie del
Kremlin, 1931. Pronto se convertiría en uno de los libros más leídos del
Madrid Republicano, publicando en menos
de cuatro meses tres ediciones sucesivas.
De aquel primer contacto, Vallejo volvió totalmente
entusiasmado ante los avances sociales que se estaban consiguiendo en el país.
Gonzalo Santonja, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, destaca
que, tras la vuelta de aquel primer viaje a la Unión Sovietica, al que le
sucederían dos más, Vallejo se sintió totalmente rehecho.
“Vio el verdadero ingenio soviético. Una visión muy distinta
a su Perú natal, llena de miseria y
diferencias sociales”.
En sus páginas habla cómo todo trabajador que se acercaba a
la Unión Soviética conseguía la ciudadanía automática. Describe la cotidianidad
de sus gentes y sus afectos, los rasgos de los hombres inmersos en una patria
socialista, las manifestaciones sociales en busca de un cambio y las
reflexiones sobre el amor libre y el casamiento.
En una ocasión César Vallejo preguntaría a una mujer
humilde, Ana Virof, de origen ruso y trabajadora de una fábrica con tres hijos,
qué diferencia existía entre el amor libre y la pareja casada en la URSS.
A lo que Virof contestó: “La pareja casada y la unión libre
están en el mismo pie de igualdad ante la ley, el Estado y la sociedad”.
Aquellas afirmaciones no dejarían indiferente el alma
burguesa de Vallejo. Después de aquel viaje, se afiliaría al Partido Comunista.
El escritor veía en la Unión Soviética la alternativa final al sistema
capitalista de la Europa Occidental.
En enero de 1929, vuelve a emprender el viaje, esta vez
junto con su mujer, Georgette Marie Philippart Travers.
En aquella etapa, sus escritos sobre Rusia sitúan a Vallejo
como un referente entre los círculos intelectuales republicanos.
Reflexiones al
pie del Kremlin 1931 supuso “todo un acontecimiento
informativo sobre la Unión Soviética. Y marcó un punto y aparte en la España
Republicana”, señala Santonja.
Miguel Hernández en el frente |
La fascinación
de Miguel Hernández por un país solidario
En el verano de 1937, el poeta alicantino Miguel Hernández
viajó a la Unión Soviética para asistir a la celebración del V Festival de
Teatro Soviético de Moscú.
El Ministerio de Instrucción Pública de la República,
ubicado en Valencia, organizó un viaje oficial en el que Hernández participó
como figura destacada del panorama literario español.
Aitor Larrabide, director de la Fundación Cultural Miguel
Hernández, destaca que “en el viaje a la URSS,
el poeta tuvo la oportunidad de ponerse al día en las nuevas técnicas
dramatúrgicas rusas y de ver in situ
la implantación del régimen socialista en el gigantesco país”.
La agenda fue frenética, tal y como Miguel contó en sus
cartas a su mujer Josefina Manresa.
“No sabes lo que nos hacen trabajar al cabo del día los
rusos. Es una gente que no quiere que nos vayamos de aquí sin llevarnos una
impresión profunda de todo”.
Como poeta de trincheras que animaba a los milicianos del
frente republicano, la ocasión de visitar al país aliado y solidario con la
República le provocó una enorme admiración.
En sus declaraciones de aquellos días en la Gaceta
Literaria de Moscú, Hernández destacaría: “Al regresar a España volveré a
las trincheras”.
Sus principios eran firmes con la causa antifascista, aunque
en aquel viaje se presentaría a la sociedad rusa como una nueva promesa
literaria. Para los eventos, vestiría un traje azul que no se asemejaba al
habitual atuendo del poeta, aunque su rol era el de un intelectual comprometido
con su tiempo y con los ideales soviéticos.
Hernández quedaría impactado por la forma de vida de aquella
sociedad tras su gira por Moscú,
Leningrado y Járkov.
Larrabide señala que “gracias a ese viaje pudo conocer otras
realidades y personas, simpatizó con el pueblo ruso, su rico folclore y
descansó del fragor bélico”.
Aunque no pudo olvidar la Guerra Civil ni a su familia.
Incluso algunos estudiosos, como el investigador e hispanista ruso Vladímir
Yansyi, destacan que Hernández “volvió a
su país con esperanzas renovadas y con nuevos proyectos literarios”.
Su influencia se muestra en poemas como La fábrica ciudad donde describe, sin duda, una visión idealizada de la industria soviética. Miguel
Hernández creía en la URSS como un claro ejemplo a seguir para el pueblo
español tras el fin de la guerra.
Aquellos viajes de realidades y sueños tuvieron para Vallejo
y Hernández una importante repercusión en su literatura. La convicción sobre el
futuro de la Revolución Rusa sería un importante referente en el ideario de
ambos escritores hasta el final de sus días.
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