Diario de León.es / Mateo Balín - Moscú - Mateo Balín 25/01/2005
Enero 2005
Pensaban que nunca llegaría este día. Por eso, los dos
centenares de «niños de la guerra» que acudieron este lunes al Centro Español de
Moscú, ubicado en el segundo piso de un vetusto edificio que el Partido
Comunista de España tiene en un céntrica calle moscovita, acogieron con
inusitada satisfacción la iniciativa que el Gobierno aprobó el pasado viernes.
Todos conocían con antelación la nueva buena, pero esperaban escuchar en boca de
un miembro del Ejecutivo la concesión de las prestaciones económicas y
sanitarias que harán más llevadero su arduo día a día en una Rusia decrépita. Se
llaman Isidro, Jesús, Sotero o Faustina, rozan en su mayoría los 80 años y,
aunque su documento de identidad diga que son nacidos en Oviedo, Madrid,
Valencia o Galdames (Vizcaya), son como los cientos de miles de jubilados rusos
que, tras una vida llena de infortunios, perviven con una paga mísera. En muchos
casos, con apenas unos 180 euros al mes durante los última década, la mitad
procedente de la Hacienda española. Hoy en Rusia hay 237 «niños de la guerra»,
denominación que algunos aborrecen. Vestidos con sus mejores galas -era la
ocasión para que familiares y amigos les viesen desde el otro lado del
continente-, escucharon con ansiedad las palabras del ministro Jesús Caldera,
que estuvo acompañado por una amplia representación de los grupos
parlamentarios. Sólo faltaron Coalición Canaria y Esquerra Republicana de
Catalunya, que disculparon su ausencia. «El frío de la Plaza Roja de Moscú
contrasta con el calor de la Casa de España», arrancó el ministro de Trabajo.
«Todos los grupos políticos han decidido reparar esa brecha moral equiparando
vuestros derechos sociales a los de cualquier otro jubilado quizá llegue un poco
tarde, pero lo recibimos con gran satisfacción para remediar la pérdida de
vuestra infancia, cuando tuvisteis que tomar decisiones de mayores siendo niños
y ver truncadas vuestras perspectivas personales y profesionales», continuó.
Otro de los anuncios que esperaban con impaciencia los septuagenarios era las
prometidas obras del ascensor que se espera para abril o mayo.
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