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martes, 8 de octubre de 2013

«El pueblo ruso nos acogió y nos dejó conservar nuestro idioma y nuestra identidad»

Los historiadores Verónica Sierra, Pilar Domínguez y Santiago Vega con Conchita y Araceli Ruiz, Niña de la Guerra, y Esmeralda Val, hija de exiliados a Rusia, el viernes en la Sala ExPresa de La Cárcel centro de Creación. / Antonio  Tanarro

Araceli Ruiz, Niña de la Guerra, relata su experiencia de 43 años en Rusia y siente pena por la juventud española de hoy

elnortedecastilla.es 05.10.13 - 12:14 - Miguel Ángel López - Segovia
«Acabo de dejar la década de los 80, voy a por la de los 90 y espero vivir, si me dejan, por lo menos como mi madre y mi hermana, que llegaron a los 97». Hace casi tres meses que cumplió 89 años y conserva una memoria envidiable y un acento asturiano que no perdió durante 43 años en Rusia. Araceli Ruiz Toribios fue embarcada el 23 de septiembre de 1937 en un viaje con transbordo en Saint Nazaire, escala en Londres y final en Leningrado; tenía 13 años y fue una Niña de la Guerra, de aquellos pequeños que envió al exilio la República para repatriarlos cuando terminara la contienda fratricida. Pero Araceli regresó ya con 56.

Los recuerdos de Araceli siguen frescos y nítidos. Los mostró este viernes en la mesa redonda en la que participó, moderada por el historiador Santiago Vega, junto a las profesoras Verónica Sierra y Pilar Domínguez –autoras de varios trabajos sobre los Niños de Rusia y comisarias de la exposición que en la Sala Ex.Presa 2 recupera la historia de muchos de ellos– y a Esmeralda Val, hija de dos de aquellos niños viajeros forzosos. La partida del puerto de El Musel de Gijón le quedó grabada a fuego, el de los cañones «del acorazado fascista 'Cervera', que nos quería dar la vuelta y nos bombardeaba todos los días». Y también la penosa travesía, porque era «un barco muy feo, sucio, y a los 1.100 niños que éramos nos hacinaron en las bodegas». Con ellos viajaron también trescientos adultos, y sus condiciones mejoraron en Saint Nazaire, donde cambiaron el vetusto carguero francés por el buque soviético 'Kooperatsiia', con el que llegarían finalmente a Leningrado.

Araceli estuvo 43 años en Rusia, con un paréntesis de siete en el que trabajó como traductora en Cuba, intérprete para el ejército cubano y el ruso durante la revolución. «Después volví para Rusia, trabajé otros 12 años en el Comité Estatal de Radio y Televisión, me jubilé en el año 78 y luego me vine para acá». 

Era el mes de marzo de 1980. Conserva buenas imágenes del regreso, pero recuerda que se sintió al principio «algo triste» porque advirtió que «hacía poco que había muerto Franco y en España había muchos fascistas todavía; la policía seguía con cierto recelo y nos preguntaba... pero bueno, ya no estaba el dictador».

De aquel incipiente Estado democrático español dice que «no se portó bien con los Niños de la Guerra», asegura que muchos vivieron en una situación muy precaria cuando regresaron, pero observa que «incluso el Estado ruso tampoco se porta bien ahora, después de la desintegración de la Unión Soviética está abusando de nosotros. Me jubilé en 1978, y ahora, después de trabajar 30 años allí me mandan una pensión mísera porque yo soy pensionista soviética, no rusa, nos dividen y nos discriminan a los soviéticos».

Otra cosa es el pueblo ruso. «Agradezco de todo corazón que nos acogiera, porque si hubiera permitido lo que querían las familias, adoptar a los Niños de la Guerra, hubiéramos perdido el idioma, nuestra personalidad, nuestra identidad, hubiéramos sido unos niños rusos adoptados; eso se lo tengo que agradecer al pueblo ruso que nos permitiera seguir siendo españoles, y luego tengo que agradecer la formación que nos dieron porque todo el que quiso pudo tener una educación universitaria y de mucha calidad».

Ahora, a sus 89 años, su historia le sigue, la expone y le da libertad para juzgar la España de hoy: «Me da pena de la juventud, están acabando con ellos, estamos preparando jóvenes para exportarlos. Y me da una pena... No sé cómo, pero este pueblo nos tendríamos que unir, acabaríamos con esta plebe de políticos, que no son más que plebe».

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