La
presentación oficial de este libro de memorias protagonizada por el
autor de la obra se celebró hace unos días en la localidad natal de
Ángel Belza, Lasarte-Oria (Donostia, Vizcaya).
La Voz de Rusia
se comunicó por teléfono con Ángel Belza para recibir información de
primera mano sobre su libro de memorias de más de seiscientas páginas,
la historia de su creación, y la importancia que supuso para el autor el
poder presentar la obra en la localidad donde vio luz en 1926:
-Mire,
justamente ahora estaba leyendo aquí los periódicos y los comentarios
que hay en ellos... Para mí fue algo extraordinario que pudiera allí
presentar mi libro y que luego estuve haciendo algunas alocuciones allí a
los niños de quince-diecisiete años, y contarles lo que supuso nuestro
exilio en la Unión Soviética.
Creo
que estos dos días que estuve allí quedarán en mi memoria como algo
extraordinario, como algo muy válido en lo que me queda de vida.
–Si
me permite, yo compararía su libro de memorias con una especie de
manual de historia para los españoles del día de hoy que gracias a su
libro pueden conocer los testimonios de una parte importante en la
historia de España.
Y aquí viene otra pregunta: ¿Cuándo y cómo nació la idea de escribir este libro?
-Yo
viví muchos años en Suiza, cuarenta y cuatro años, y tengo allí a mi
hija, tengo mi nieta. Mi nieta estaba terminando el bachiller y tenía el
castellano como lengua extranjera, y tenía que hacer una tesis de fin
de curso, cuando se dirigió a mi y me dijo: “Sabes, he elegido como
tesis del fin de curso "Mi abuelo en Rusia" ¿Me puedes ecribir diez o
doce páginas?”
“Sí,
sí, lo que quieras”, le respondí. Eso era en el año 2004. No tenía
ordenador y a mano le ecribí ciento sesenta páginas y me gustó tanto que
dije: bueno, voy a seguir.
Compré
un ordenador y casi diez años estoy en eso. Claro, he hecho muchas
pausas, a veces de varios meses, pero cuando me picaba un poco la
nostalgia y estaba inspirado, seguía escribiendo.
–¿Qué
nos dirá de la gente que le ayudó hacer realidad este libro porque en
tiempos actuales no es fácil y bastante costoso preparar un libro para
la edición impresa?
-Aquí
intervino una sobrina de parte de mi difunta mujer que es profesora y
trabaja en Santiago (de Compostela) –Elena Gómez Gálkina. Fue ella la
que con tenacidad me empujo a seguir. Y tiene un compañero que estudió
en la Universidad de Santiago con ella que es periodista y tiene una
pequeña editorial. Le gustó la obra y dijo, pues, adelante. En el resto
yo no intervine hasta el día siete cuando me pidieron que fuera a San
Sebastián para presentar el libro y hacerme conocer allí a las
autoridades del pueblo Lasarte-Oria, y luego dar dos charlas en dos
institutos diferentes. Y creo que fue muy bien acogido por los niños que
me hicieron una serie de preguntas, o sea, se interesaron bastante.
–Creo que para muchos de ellos lo que les estaba contando ha sido una novedad...
-Indudablemente,
porque no conocen muchas cosas. Bueno, a mi manera de ver, hay
tergiversaciones y desactitudes. Yo solamente lo que quise es plasmar en
papel aquellas memorias muy buenas y muy trágicas, y malas de nuestro
exilio en la Unión Soviética. O sea, hubo de todo, en los primeros
cuatro años antes de empezar la guerra (contra la Alemania fascista de
1941-1945).
Así
les dije yo que yo consideraba que en condiciones normales en España,
sin guerra civil, como hijos de obreros la mayor parte, nunca hubiéramos
tenido las mismas posibilidades de desarrollo como lo tuvimos en la
Unión Soviética.
–Ángel,
entiendo que todo su libro habla de ese período de veinte años que
usted pasó viviendo en la URSS. Pero, si hablamos en términos resumidos,
¿cómo podría definir esa buena parte de su vida: como un drama, o al
revés, digamos, como “beso de la fortuna, de la suerte”?
-Ha
habido de todo. Pero muy malo también, cuando empezó la guerra,
indudablemente. Luego, particularmente para mí, a partir del mes de
febrero del año 1946. Tuve que recorrer con la mochila al hombro, sin
dinero, sin documentación, gran parte de la Unión Sovética: Ucrania,
Georgia, Azerbaiyán, bueno...
–...el Volga, Ufá, inclusive aparece mención de un gulag.
-Sí un “gulag”. Estuve un año por robar para comer, en el año 1946, les voy a contar lo que ocurrió allí.
No
se ha escrito mucho de esa hambruna que hubo en Ucrania en el año 46, y
estaba yo allí trabajando en un “sovjoz” (granja agrícola estatal) del
MVD (Ministerio del Interior). Hubo una sequía en Ucrania que uno no se
puede imaginar. Le puedo asegurar que en cierta ocasión tuve que pasar
dentro del portal saltando, había tres muertos allí, de hambre. Fue un
hambre que es muy importante que la gente sepa. Porque yo creo que la
consecuencia de lo que ocurrió más tarde, al comienzo de la guerra fría,
que necesitaba un pueblo cohesionado, que no se le podían dar de comer,
todo lo que quería, las comodidades y, claro, esto lo compensaban con
una especie de terror.
–Usted
regresó a España en el año 1957, o sea, ¿regresó aprovechando la
primera ocasión que se le prestó y lo hizo sin vacilar? Porque muchos
españoles de los “niños de la guera civil” prefirieron quedarse en la
URSS.
-Yo
tenía muchas ganas, muchas ganas. Y al final de mi libro ya lo digo que
me marchaba de Rusia sin pena pero con un profundo sentimiento de
agradecimiento. Estas son las últimas palabras que están en mi libro.
–Le
digo sinceramente que con mucho gusto voy a leer su libro por completo
porque ahora, de acceso lilbre, aparece la primera parte la que he leido
y le digo que me quedé impresionado. Porque su lenguaje es tan fácil de
comprender, que uno queda acaparado y sigue reviviendo como si fuera
testigo y participante de aquellos acontecimientos. Basta con mencionar
con qué cariño describe usted la suerte de sus tres amigos
–Fernando
Santa María, Paco Larrañaga y Pedro- que, exiliados a la URSS, murieron
en diferentes circunstancias.
-Puede
creerme que no he plagiado nada. Todo ha salido de mi cerebro y
plasmado en el papel. O sea, no estaba buscando ni rebuscando
informaciones, no, no –lo único es que a veces he recurrido al
diccionario porque muchas expresiones, muchas frases me salían en
frances a veces y otras veces en ruso. Y tenía que buscar la manera de
traducirlas al español, pues no en vano estudié allí en Rusia, y tantos
años, y claro que hay cosas gramaticales y expresiones que tenía que
traducir del ruso al castellano.
Por lo demás le puedo asegurar que yo no busqué ni rebusqué frases ni nada, solo lo que salía de la cabeza.
–También
no puede dejar de impresionar cómo describe el drama que ocurrió, por
ejemplo, con su hermano menor José Manuel quien murió teniendo apenas
cinco años de edad durante al guerra. Y usted, por si fuera poco, se
enteró de eso al cabo de doce años.
-El
12 de marzo de 1949. Entonces trabajaba en Donbass en una mina de
carbón cuando recibí esa primera carta de mi madre que fue enviada
clandestinamente desde Francia. Mi madre vivía en San Sebastián, en la
frontera con Francia, y tenía una prima que trabajaba en Francia y por
la tarde volvía a Irún. Y ella, guardándola bien, pudo echarla en el
buzón en Francia y así pudo llegar la primera carta.
–Me
imagino que para usted esto fue una noticia escalofriante que le motivó
afirmar en su libro que “la guerra es la peor, la más cruel invención
del hombre”, añadiendo que “malditas sean las guerras, malditas sean los
que las provocan”. Ojalá este mensaje llegue a los oídos de los
todopoderosos de este mundo de hoy.
-Sí, ojalá, ojalá. Si en algo puede esa frase influenciar a esa gente esa sería la dicha de mi vida.
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