AGE 19/10/13
La exposición se inaugurará en Obninsk y después viajará a
Moscú y otras localidades, para venir
a España en primavera. De momento está previsto que viaje a Asturias,
Barcelona y País Vasco.
Al rescate de la historia de todos
- 15 de octubre de 2013
La exposición organizada por Archivo Guerra y Exilio (AGE), cuenta
la historia de aquello 3.000 niños, hijos de republicanos, “de alma
rusa” que tuvieron que salir a fuerza del país debido a la Guerra Civil.
Sus vidas
son las de un libro triste y poco reconocido. Entre otras cosas, porque eran
los hijos de los perdedores de la Guerra Civil española. De ahí el interés de
la asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE) por recoger la historia
de los 3.000 niños evacuados de la España republicana a la Unión Soviética
durante la Guerra Civil. Iban por unos pocos meses y allí se
convirtieron en adultos.
Unos volvieron tras 20 años, otros (desarraigados y rechazados en España y sin saber muchas veces qué había sido de sus familias) prefirieron quedarse. Vivieron el horror de las bombas cayendo sobre sus casas en España, la evacuación, el hambre y la muerte de la Segunda Guerra Mundial. Algunos fueron a Cuba a trabajar y se quedaron, otros volvieron a la URSS y crecieron y vivieron bajo el régimen soviético.
Eso es lo que cuenta la exposición organizada por AGE, la historia de esos 3.000 niños, hijos de republicanos, “de alma rusa” a fuerza de las vidas que forjaron allí.
Hoy apenas quedan vivos unos 350 y las fotos, cartas, dibujos y testimonios de la muestra narran sus vidas en primera persona. La exhibición, denominada 'Cuando los niños de la guerra te cuentan su vida…', consta de 60 paneles y se inaugurará en la localidad de Óbninsk, donde estaba una de las casas que más niños recibió entonces. De ahí, viajará a Moscú y a otras ciudades importantes en la vida de aquellos pequeños; vendrá a España en primavera. De momento, hay espacio para ella en Asturias, Barcelona y País Vasco. En Madrid se está negociando, pero no hay nada cerrado, explica Juan Barceló, comisario de la muestra.
“¿Que si se ha hecho justicia con su historia? No. En absoluto. La historia del exilio es una historia olvidada, una tragedia. Todos los dirigentes y políticos actuales estudiaron en colegios franquistas, fueron educados con curas y en su momento han levantado la manita y no saben lo que vivió esta gente. Aquí, estos mayores todavía son vistos como marcianos”, afirma Barceló.
Muchos de ellos han escrito libros. El último (Memorias de un niño en Rusia, 1937:1957, editado por Ebooks Bierzo) se presentó hace unos días en Lasarte (Guipúzcoa), su tierra natal. Su autor, Ángel Belza, señala que su sueño fue siempre volver a España, pero cuando lo hizo, en el 57, fue tachado como comunista en la fábrica de coches donde quiso trabajar. Emigró a Suiza. “Me ha hecho hasta ilusión escribir el libro y empiezo a creerme que está bien. No soy escritor, pero haberlo terminado me ha sostenido moralmente. Es nuestra historia, dura pero cierta. Lo he leído y releído y en algunas partes he llorado por los amigos que desaparecieron, por las guerras que vivimos, por la miseria que pasamos. Repasarla hoy, con la barriga llena resulta muy extraño”.
Por su parte, Manuel Arce, presidente de la Fundación Nostalgia y miembro de AGE, tuvo mejor fortuna una vez regresó: “Yo no puedo quejarme, a mí me salieron las cosas redondas y me coloqué bien. Mi mujer, por ejemplo, tenía que tener más cuidado. Trabajaba en la universidad y siempre había algún policía entre los alumnos que molestaba, pero realmente no tuvimos problemas”, apunta. Como tantos otros niños y niñas (porque ellas también volvieron con carreras universitarias), regresó de la URSS con una gran formación técnica. Arce, que se considera de “alma rusa”, trabajó como médico neuroradiólogo y se incorporó a la vida española en 1966 sin grandes problemas. Él, desde la Fundación Nostalgia, y de la mano de la AGE, fue uno de los responsables de que el Congreso de los Diputados español reconociese en 2005 una compensación para los españoles que aún siguen en Rusia.
La “patria española” en Rusia
Para los españoles que todavía quedan en Moscú, unos 120, “su patria”, España, está en el centro de la capital. Es el Centro Español en Moscú, un local en un edificio vetusto y aspecto soviético donde los octogenarios que pueden subir al tercer piso sin ascensor encuentran su espacio en común. Al español que llega se le recibe con una sonrisa desde la barra de bar donde le ofrecen un mosto y queso por muy poco dinero.
Allí, los mayores españoles recuerdan con nostalgia sus atropelladas vidas entre carteles de copla, clases de baile español y cursos de castellano.
El centro fue también la oficina del Partido Comunista Español en la Unión Soviética, el despacho de La Pasionaria y ha sido un espacio vital importante para preservar para su legado. En concreto, gran parte de las fotos de la exposición provienen de él, un material recuperado por AGE y depositado, catalogado, digitalizado y puesto al servicio de los investigadores por el Arxiu Nacional de Catalunya.
En 2010 perdió la subvención con la que se mantenía y ha estado a punto de cerrarse, ya que el centro se pagaba con las pensiones de sus miembros. El Gobierno vasco aprobó este verano una ayuda para sufragar los gastos de las actividades culturales organizadas en la asociación por esos españoles náufragos de patria. El Ejecutivo considera que la ciudadanía vasca tiene una deuda histórica con estas personas (de allí salieron unos 1.500 niños, la mitad del total de los que viajaron a la URSS) y considera que mantener abierto el centro es de interés público, social y humanitario.
El doctor Manuel Arce es uno de los niños que llegaron a la URSS en 1937. Volvió 30 años después.
Unos volvieron tras 20 años, otros (desarraigados y rechazados en España y sin saber muchas veces qué había sido de sus familias) prefirieron quedarse. Vivieron el horror de las bombas cayendo sobre sus casas en España, la evacuación, el hambre y la muerte de la Segunda Guerra Mundial. Algunos fueron a Cuba a trabajar y se quedaron, otros volvieron a la URSS y crecieron y vivieron bajo el régimen soviético.
Eso es lo que cuenta la exposición organizada por AGE, la historia de esos 3.000 niños, hijos de republicanos, “de alma rusa” a fuerza de las vidas que forjaron allí.
Hoy apenas quedan vivos unos 350 y las fotos, cartas, dibujos y testimonios de la muestra narran sus vidas en primera persona. La exhibición, denominada 'Cuando los niños de la guerra te cuentan su vida…', consta de 60 paneles y se inaugurará en la localidad de Óbninsk, donde estaba una de las casas que más niños recibió entonces. De ahí, viajará a Moscú y a otras ciudades importantes en la vida de aquellos pequeños; vendrá a España en primavera. De momento, hay espacio para ella en Asturias, Barcelona y País Vasco. En Madrid se está negociando, pero no hay nada cerrado, explica Juan Barceló, comisario de la muestra.
“¿Que si se ha hecho justicia con su historia? No. En absoluto. La historia del exilio es una historia olvidada, una tragedia. Todos los dirigentes y políticos actuales estudiaron en colegios franquistas, fueron educados con curas y en su momento han levantado la manita y no saben lo que vivió esta gente. Aquí, estos mayores todavía son vistos como marcianos”, afirma Barceló.
Muchos de ellos han escrito libros. El último (Memorias de un niño en Rusia, 1937:1957, editado por Ebooks Bierzo) se presentó hace unos días en Lasarte (Guipúzcoa), su tierra natal. Su autor, Ángel Belza, señala que su sueño fue siempre volver a España, pero cuando lo hizo, en el 57, fue tachado como comunista en la fábrica de coches donde quiso trabajar. Emigró a Suiza. “Me ha hecho hasta ilusión escribir el libro y empiezo a creerme que está bien. No soy escritor, pero haberlo terminado me ha sostenido moralmente. Es nuestra historia, dura pero cierta. Lo he leído y releído y en algunas partes he llorado por los amigos que desaparecieron, por las guerras que vivimos, por la miseria que pasamos. Repasarla hoy, con la barriga llena resulta muy extraño”.
Por su parte, Manuel Arce, presidente de la Fundación Nostalgia y miembro de AGE, tuvo mejor fortuna una vez regresó: “Yo no puedo quejarme, a mí me salieron las cosas redondas y me coloqué bien. Mi mujer, por ejemplo, tenía que tener más cuidado. Trabajaba en la universidad y siempre había algún policía entre los alumnos que molestaba, pero realmente no tuvimos problemas”, apunta. Como tantos otros niños y niñas (porque ellas también volvieron con carreras universitarias), regresó de la URSS con una gran formación técnica. Arce, que se considera de “alma rusa”, trabajó como médico neuroradiólogo y se incorporó a la vida española en 1966 sin grandes problemas. Él, desde la Fundación Nostalgia, y de la mano de la AGE, fue uno de los responsables de que el Congreso de los Diputados español reconociese en 2005 una compensación para los españoles que aún siguen en Rusia.
La “patria española” en Rusia
Para los españoles que todavía quedan en Moscú, unos 120, “su patria”, España, está en el centro de la capital. Es el Centro Español en Moscú, un local en un edificio vetusto y aspecto soviético donde los octogenarios que pueden subir al tercer piso sin ascensor encuentran su espacio en común. Al español que llega se le recibe con una sonrisa desde la barra de bar donde le ofrecen un mosto y queso por muy poco dinero.
Allí, los mayores españoles recuerdan con nostalgia sus atropelladas vidas entre carteles de copla, clases de baile español y cursos de castellano.
El centro fue también la oficina del Partido Comunista Español en la Unión Soviética, el despacho de La Pasionaria y ha sido un espacio vital importante para preservar para su legado. En concreto, gran parte de las fotos de la exposición provienen de él, un material recuperado por AGE y depositado, catalogado, digitalizado y puesto al servicio de los investigadores por el Arxiu Nacional de Catalunya.
En 2010 perdió la subvención con la que se mantenía y ha estado a punto de cerrarse, ya que el centro se pagaba con las pensiones de sus miembros. El Gobierno vasco aprobó este verano una ayuda para sufragar los gastos de las actividades culturales organizadas en la asociación por esos españoles náufragos de patria. El Ejecutivo considera que la ciudadanía vasca tiene una deuda histórica con estas personas (de allí salieron unos 1.500 niños, la mitad del total de los que viajaron a la URSS) y considera que mantener abierto el centro es de interés público, social y humanitario.
El doctor Manuel Arce es uno de los niños que llegaron a la URSS en 1937. Volvió 30 años después.
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