Federico Molero. / Foto cedida por la familia a El País |
-Federico Molero, baluarte de la defensa de Madrid, diseñó en la URSS en 1945 una central pionera de energía solar
-Destacado militante comunista, duplicó la traída de agua a Madrid durante la Guerra Civil
El País - Rafael Méndez - Madrid 30/8/13
Una nueva máquina utilizará la energía del Sol. El titular de la noticia del Morning Bulletin de Rockhampton (Australia) el 5 de febrero de 1945 es preciso. El texto cuenta a raíz de una noticia del Chicago Daily News
que el español Federico Molero ha desarrollado en Tashkent, capital de
la República soviética de Uzbekistán, una planta que utiliza la energía
solar para producir vapor. Noticias similares de la época se pueden
encontrar —gracias, Google— en la prensa de Estados Unidos y en notas de agencia
como Associated Press. Poco o nada apareció en España. Porque aquí,
Federico Molero (Almería, 1908-Madrid, 1969) estaba destinado a ser uno
de esos personajes perdidos en una vieja enciclopedia, una nota borrada
en alguna reedición.
Hasta que su yerno, José Manuel Naredo, economista y premio Nacional de Economía y Medio Ambiente, coincidió hace unos años con Valeriano Ruiz,
Catedrático de Termodinámica de la Universidad de Sevilla, en un
tribunal de una tesis doctoral. Este recuerda el encuentro: “A la vuelta
en AVE desde Zaragoza, José Manuel, que no es muy de hablar, me comentó
que su suegro se había dedicado a la energía solar en los años cuarenta
en la URSS”.
Al poco, Ruiz fue a ver la documentación que Naredo guardaba de su
suegro. “Era impresionante. Molero había desarrollado plantas de energía
termosolar en el Cáucaso en los cuarenta y no teníamos ni idea”, cuenta
Ruiz, hasta hace un año presidente de la patronal termosolar. “Es
irónico que un hombre nacido en Almería, donde ahora está la central de
experimentación solar puntera, desarrollara esta tecnología hace 70 años
en la URSS”.
Naredo rebusca en su chalé en Madrid entre los papeles de Molero y
reconstruye la apasionante biografía, hija del agitado siglo XX. Molero,
cuyo padre era un ingeniero militar de Almería, queda huérfano muy
niño. Su abuela lo lleva a Madrid, donde estudia en el colegio del
Pilar, aprende idiomas y finalmente se matricula en Ingeniería de
Caminos. A principios de 1930 se afilia al Partido Comunista y ese año
termina la carrera. En 1931 ingresa en el escalafón de la dirección
general de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas. Trabaja
en Almería y en la Confederación Hidrográfica del Guadarrama. En 1934,
la Junta de Ampliación de Estudios le envía seis meses a Denver (Estados
Unidos) a visitar obras hidráulicas.
La Guerra Civil le sorprende en un balneario en Sobrón (Burgos),
donde realizaba una cura. Alquila un coche y, acompañado por su esposa,
María Luisa Bravo, emprende regreso a Madrid. Simula ser un rico
industrial cuya mujer tiene un embarazo de riesgo que va a Madrid a un
tratamiento. María Luisa esconde los carnés comunistas en una media y
así sortea los controles de los sublevados. El diario Ahora narró a toda
página su peripecia y describió a Molero como “alto, de rostro
broncíneo y porte aristocrático”.
La República pronto utiliza sus conocimientos. “Como ingeniero,
duplicó la traída de agua del Canal de Isabel II [entonces llamado
Canales del Lozoya], lo que permitió a Madrid soportar tres años de
asedio”, cuenta Naredo, un destacado economista y estadístico que narra
fascinado los logros de su suegro: “Él creó el primer arrastre en
Navacerrada. Se trata de un teletrineo que subía a la Bola del Mundo”,
el pico de 2.265 metros que marca el límite entre Segovia y Madrid. Ese
arrastre fue usado después, durante la Guerra Civil, para subir obuses a
la batería de la cumbre.
Molero tuvo un papel destacado en la defensa de Madrid. “Como jefe de
Fortificaciones de la capital llegó a tener 30.000 personas trabajando
para él”, según contó el propio Molero en un escrito posterior en el que
criticó que el PCE no le mencionara en un libro sobre esos trabajos.
Pese a las dudas, “hay memorias y estudios del asedio de Madrid que
atribuyen a Molero un papel fundamental en la improvisación de la
defensa de Madrid en noviembre de 1936”, según Santiago Gorostiza,
licenciado en Historia y Ciencias Ambientales y doctorando Marie Curie
en la Universidad de Coimbra, que estudió a Molero para un trabajo en
2012 sobre la importancia del agua en la defensa de Madrid. “Durante las
primeras semanas de la guerra, Molero señaló la importancia estratégica
de los embalses del norte de Madrid, participó activamente en la
defensa de los depósitos de agua de la ciudad y usó su conocimiento de
la red de distribución y alcantarillado para contraatacar en la Ciudad
Universitaria”. “Los militares franquistas eran superiores a campo
abierto, pero en un entorno urbano los ataques promovidos por Molero a
través de las infraestructuras subterráneas, les cogieron por sorpresa”,
añade.
Tras la guerra, Molero, que además de ingeniero es doctor en Físicas,
emigra a la URSS. Su hija, María, acudió años después, en 1946. En la
URSS salta a la pasión que ya apuntaba en España: buscar una forma de
aprovechar la energía del sol. Es nombrado director del Instituto de
Energía Solar de la Academia de Ciencias. Diseña unos discos parabólicos
—como los actuales— que concentraban la radiación solar en un punto. No
fue algo experimental. “En el Cáucaso llegó a tener plantas de escala
industrial”.
El Cáucaso, con muchos días de sol, pocas lluvias y lejos del frente
de la II Guerra Mundial, es el lugar ideal para que Molero comience sus
desarrollos. María, su hija, ya fallecida, contaba hace unos años en
Madrid que, para ella, su padre era como un mago, porque “fabricaba
hielo a partir del sol”, ya que una de las centrales se usaba para
producir hielo.
En la Guerra Fría, los avances tecnológicos de la URSS se siguen con
interés en Occidente. Las noticias sobre los desarrollos de Molero
hablan de poner en regadío vastas zonas de la URSS con energía solar. Él
puso en marcha un laboratorio avanzado de energía solar en la URSS y
fue el responsable del “diseño de una caldera solar para la producción
de vapor recalentado a partir de la energía concentrada por paraboloides
de revolución sobre rodillos”, según el libro La electricidad
termosolar. Historia de un éxito de la investigación, coordinado por
Ruiz y que reserva a Molero el papel de pionero.
Pero el interés por la energía solar pronto se marchita. “En
Tashkent, en los años sesenta, dijeron que con el petróleo no hacía
falta la energía solar”, cuenta Naredo. La URSS tiene petróleo y apuesta
por el carbón, las grandes presas y luego la nuclear. Cuando decae el
interés, Molero abandona la energía solar y pasa a la dirección de obras
hidráulicas, defensa de costas y técnicas para mejorar el hormigón.
Naredo cuenta que Molero no renegó del comunismo. “Se mantuvo fiel a
sus principios y no fue especialmente crítico, pero era un tipo raro en
ese ambiente. Era como un objeto exótico dentro del PCE. Él era más un
científico que un hombre del aparato”. Su yerno recuerda de él su amplia
cultura y su simpatía. “Te podía recitar una obra de teatro completa o
una ópera”.
En 1966 vuelve a España tres meses con un pasaporte limitado. Un par
de años después se instala definitivamente en Madrid, donde se embarca
en el proyecto del trasvase Tajo-Segura. Tras una operación de úlcera de
estómago, fallece de peritonitis. Era el año 1968 y estaba en plena
faena. Había montado un taller enorme en Vallecas (Madrid) para
desarrollar una de sus patentes, la que “permitía hacer canales de gran
sección con una base prefabricada. Levantó una base a escala en
Vallecas”.
La venganza de Molero llegó décadas después. La energía termosolar
pareció renacer en los años setenta y ochenta. Es entonces cuando se
crea la planta de experimentación en Almería. Se basa en el mismo
principio que utilizó Molero, aunque sin mencionarlo: mediante espejos
(bien discos parabólicos, o bien canales), concentrar la energía solar
en un punto o en una línea, y ahí, a calentar un fluido.
En los años noventa, la tecnología parecía que no avanzaba lo
suficiente, y la energía solar fotovoltaica asomó como la gran
esperanza. Estos paneles no usan espejos para concentrar la radiación
solar, sino que es la propia radiación de onda corta procedente del Sol
la que da lugar a una corriente que puede generar electricidad.
Sin embargo, hace una década volvieron los espejos y ahora conviven
ambas. En España, EE UU, el norte de África, China, Sudáfrica y el Golfo
Pérsico hay enormes centrales con tecnología de espejos para producir
electricidad. Sobre el coste de ellas y las primas que reciben hay un
complejo e interesante debate, pero esa es otra historia.
Gorostiza explica que el hecho de que Molero no sea tan conocido se
debe a que falleció antes de la llegada de la democracia y sin escribir
sus memorias. “Es un personaje sobresaliente: por la mezcla de persona
de acción (como prueba su participación en el batallón del subsuelo y la
organización de la defensa y fortificación de Madrid) con su vertiente
de ingeniero y obra pública (Canales del Lozoya) más la vertiente
científica (investigación sobre energía solar). Cualquiera de las tres
lo haría digno de mención: las tres juntas lo hacen fascinante”.
Discos solares diseñados y construidos por Federico Molero en la URSS Foto cedida por la familia a El País |
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